Aquel verano en Grecia (I): Atenas y el Peloponeso

18.08.2013 00:42

Toda familia viajera guarda un recuerdo especialmente grato, una ruta que se destaca y reina sobre las demás experiencias turísticas. La nuestra es Grecia, nuestro mejor viaje con los niños. [Publicado en ZoomNews.es en agosto de 2013]

Toda familia viajera guarda un recuerdo especialmente grato, una ruta que se destaca y reina sobre las demás experiencias turísticas. La nuestra es Grecia. Le dedicamos algo más de dos semanas hace pocos veranos y nos conquistó para siempre. Es nuestro mejor viaje con los niños.

Un viaje a Grecia lo tiene todo: cultura, mesa, contacto humano y diversión para todas las edades. Le tenemos tal devoción a este viejo y ahora sufrido país, que hemos vuelto en una ocasión y lo recomendamos a todo el mundo. Siempre contemplamos la posibilidad de repetir cuando planeamos las siguientes vacaciones.

Grecia no es un solo viaje, se puede trocear en muchas experiencias diferentes –Atenas y su región, el Peloponeso, el Norte, las islas Cícladas, las del Dodecaneso, Creta, el archipiélago del Adriático-, pero aquel verano quisimos ver muchas cosas de una sola tacada. Estuvimos en Atenas, recorrimos parte del Peloponeso y saltamos por algunas de las Cícladas. Tirando de dos pesadas maletas y de dos niños de cuatro y siete años de edad. Grecia con niños fue fabuloso. 

La ruta por el Peloponeso

Emprendimos nuestro recorrido por el Peloponeso al día siguiente de llegar a Atenas, tras una noche en el agradable Hotel Economy, nuestra base en la ciudad. La capital griega está llena de buenos hoteles, pero las familias trotamundos se sentirán más cómodas en éste y las que tengan algo más de presupuesto, en el Novotel.

Fuimos a recoger el coche de alquiler a la agencia local asociada a Easycar, Cronos, y salimos hacia Nauplia parando en el Canal de Corinto, un tajo excavado que une el Egeo con el Golfo de Corinto, y haciendo una visita al impresionante teatro de Epidauro.

 A los niños les encantó el paseo en barquita hasta el castillo de Burtsi, situado en una islita frente a Nauplia

Nauplia es una localidad costera frecuentada, sobre todo por griegos con una parte llana muy volcada al mar y una fortaleza, Palamedes, edificada sobre una peña que brinda una bonita excursión familiar si se tienen buenas piernas para acometer la subida de sus mil escalones. A los niños les encantó el paseo en barquita hasta el castillo de Burtsi, situado en una islita frente a la ciudad. Haciendo caso a la guía Lonely Planet, cenamos en la Taverna O Vasilis y allí comenzó la majestuosa serie de banquetes griegos. Nos alojamos en la pensión Acronafplia, también recomendable por su localización en el centro.

Arqueología y felicidad

La siguiente parada, atravesando el Peloponeso, fue Olimpia, la parada que más nos gustó de todo el tour. Las instalaciones de los juegos son uno de los mejores sitios arqueológicos en los que hemos estado nunca. Mis hijos se subieron a las columnas, se marcaron carreras por los estadios, exploraron los recintos a su aire y se divirtieron a lo grande.

Nos alojamos en el hotel Kronio, recientemente renovado, muy barato, agradable y gestionado por una familia encantadora. Vale la pena desviarse un par de kilómetros del centro para llegar hasta la Taverna Bacchus, un restaurante con habitaciones rurales en el que cenamos una noche como príncipes y al que a menudo soñamos con volver.

La siguiente parada fue Delfos, al otro lado del puente de Patras. Si bien yo tenía grandes recuerdos de este tesoro arqueológico de un viaje anterior, me resultó bastante pesado para hacer con niños: el sol caía a plomo y la larga visita se convirtió en una pesada batida buscando sombras. Aún así, el valor histórico de los recintos y el museo hace de Delfos una visita imprescindible. En la ciudad, buenísimos hoteles y decepcionantes restaurantes. No digo más.

De regreso, en Atenas pasamos seis trepidantes días en los que lo vimos todo. Todo. Y con los niños. Ni se hizo pesado ni nos cansamos. A pesar de que íbamos pateando a todas partes, tuvimos la sensatez de sentarnos a reposar a menudo. Las zonas peatonales, la abundancia de espacios verdes y el colorido local contribuyeron bastante al gran recuerdo que guardamos de la ciudad y a la admiración que todos le reconocemos desde entonces.

El Ágora, la Acrópolis, los barrios, el barrio de la Plaka, el Museo, el mercado de Monastiraki, las iglesias… entrábamos a cualquier recinto del que sobresalieran un par de columnas corintias, bajamos hasta el Cabo Sounion, al sur de Atenas, para contemplar la legendaria puesta de sol desde el templo de Poseidón, una excursión para la que se agradece disponer de un coche de alquiler.

 

Buenas mesas en Atenas

Elegir buenos restaurantes a precios razonables fue otra razón para encontrar la capital griega tan inolvidable. En Atenas, como en casi todo el país, se come maravillosamente. Es verdad que los platos acaban siendo los mismos, pero cuando vas con niños esto es valor seguro porque suelen estar muy buenos y todo es muy fresco.

En Atenas es una gran idea aprovechar los fastuosos bufés de desayuno de los hoteles, tomar una comida ligera en la calle –empanadas de espinacas o brochetas de carne en cualquier tasca- y cenar pronto en un buen sitio típico al atardecer, porque los juegos de color del cielo, las luces tenues y el ambiente son insuperables como escenarios.  De nuestro viaje, además de las hamburgueserías Goody´s, versión helénica de McDonalds y mil veces más recomendable que éste, apuntamos dos direcciones:

  • Scholarhio (Tripodon, 14, Plaka, Atenas). Un clásico muy rico y a muy buen precio para comer y cenar. La especialidad de la casa es presentarte una bandeja enorme con docenas de raciones diferentes y dejar que los comensales elijan. Cobran un precio fijo de 14€ por persona.
  • Thanasis (Mitropoleos 69, esquena a la plaza de Monastiraki, Atenas). Todos los restaurantes con terraza de esta calle son espectaculares y baratísimos, pero nuestros hijos pedían volver a éste. Ofrecen brochetas de carne a la brasa (souvlaki) y ensaladas fresquísimas.

Algunas notas para el viaje

 

Volar a Grecia

Los de las esquinas de Europa estamos mal conectados. Hoy por hoy, Vueling es una de las mejores maneras de volar a Grecia. Hay vuelos directos con Atenas y Santorini desde Barcelona y Bilbao; Mikonos, Rodas, Creta, y Kos tienen trayectos directos a Barcelona, y, con conexión, desde buena parte de los aeropuertos españoles. Otra compañía económica con vuelos directos entre Atenas, Madrid y Barcelona es Aegean. Hay que ir trasteando para encontrar buenos precios, pero le han dado el premio Skytrax 2013 a la mejor compañía regional europea.

Vueling y Aegean son las dos compañías aéreas con más y mejores vuelos directos entre España y Grecia

Quedan pocos vuelos directos de Iberia a Atenas, y la mayoría de los que he encontrado pasan por Londres. Tampoco la compañía griega, Olympic, parece volar ya a España. Con Easyjet o Ryanair tampoco hay que contar para un vuelo directo. Hacer escala suele ser la opción económica. En nuestro caso, aquel verano, optamos por Alitalia y nos fue realmente bien.

Cualquier conexión que no se desvíe demasiado de la línea recta es cómoda, lo que quiere decir que hacer trasbordo en Dublín o en Estocolmo es complicar demasiado los trayectos y el “trabajo” de aeropuerto. Swiss, Lufthansa (por el sur de Alemania), Alitalia o Bulgaria Air proponen rutas bastante lógicas para llegar a Grecia.

Dónde dormir en Grecia

Exceptuando los centros turísticos “petados”, como Mikonos o Santorini y el mes de agosto, en Grecia os espera un paraíso de sencillos hoteles de gestión familiar, con un trato muy amistoso, desayunos descomunales y precios más que razonables. Naturalmente existen opciones de lujo, pero lo estándar-tres-estrellas es muy satisfactorio.

Por lo general, los baños son ridículamente pequeños, con toallas de mercadillo, y a veces escasea el buen gusto, pero los buenos precios de las temporadas media y baja compensan bien la parte estética. Por nuestra parte, preferimos invertir más en mesa y menos en cama cuando ésta funciona bien.

En Grecia os espera un paraíso de sencillos hoteles de gestión familiar, con un trato muy amistoso, desayunos descomunales y precios más que razonables

Una recomendación básica es que se debe reservar siempre y que para las islas y la temporada alta hay que prever al menos cuatro meses de antelación, seis si quieres tener una terraza con vistas al volcán en Santorini.

Moverse por Grecia

Tus hijos van a tener una lección de las buenas de “medios de transporte” en su viaje a Grecia. Además del avión, para ir de un lado a otro en Grecia subirán a coches, barcos de diversos tipos y tamaños, taxis, grupas de mulos, funiculares y cualquier otro ingenio inventado por el hombre para llegar del punto A al punto B.

Las carreteras dan miedito. Mucho. Hemos hecho trayectos con el corazón en un puño por una carretera nacional a la que habían convertido en autopista por el barato procedimiento de cambiarle el nombre, cobrar peaje y convertir los arcenes en carriles. Así, sin mediana y dejándote helado en el momento en que coinciden en un mismo punto dos autobuses y dos camiones.

Sin embargo, la alternativa al coche de alquiler para recorrer el Peloponeso es prácticamente inviable, así que, adelante. El coche os lleva a idílicos paisajes y a pueblecitos de la costa que, de otra manera, os perderíais. Cuando llegues a la agencia de alquiler, veas las morroñosas sillas infantiles y hasta el propio encargado te anime a circular sin ellas, porque “aquí eso no se mira”, pues lo mismo hasta le haces caso.

El transporte público es excelente, puntual y barato. Igual en Atenas que en cualquier isla. A veces, desde los hoteles os proponen ir a buscaros al puerto o al aeropuerto. Desde luego, no cuesta mucho más y es mil veces más cómodo que hacerlo por vuestra cuenta. 

¿Y hacia dónde moverse? Somos devotos de las islas griegas, que merecen capítulo aparte.