Cultura y niños: si tienes dudas, llévalos a Grecia

12.02.2013 08:10

A Grecia le debemos el momento más mágico de nuestros viajes en familia. Fue en junio de 2007, en la Acrópolis de Atenas. [Publicado en ZoomNews.es en febrero de 2013]

¿A qué se sale al extranjero en vacaciones? ¿Para qué llevamos a los niños? Si tuviésemos que fiarnos de las propuestas de las guías turísticas convencionales nos pasaríamos el viaje en zoológicos, acuarios, museos de juguetes antiguos y parques de atracciones. ¿Desplazarse 2.000 kilómetros para ir a un zoo? ¡Venga ya! Para eso se queda uno en España, que se domina el idioma y no sale tan caro. Se cruza la frontera para ver mundo, no para repetir las salidas y escapadas habituales del fin de semana.

Salimos a ver lo que vale la pena ver, y queremos enseñárselo a nuestros hijos, verlo con ellos. Pasar por los museos y monumentos emblemáticos, callejear por los rincones imprescindibles, respirar las ciudades y paisajes que soñamos con ver. Con más pausas, intercalando algún plan más ajustado a su edad, escogiendo mejor las visitas y sin intentar verlo todo como si fuésemos solo adultos en la expedición. Pero sin saltarse nada de lo que de verdad hay que ver. Porque lo que queremos es criar viajeros en potencia.

La cuna de todos los viajes culturales

Si les pregunto a mis hijos que a qué país les gustaría ir o repetir en el próximo viaje, la respuesta será rápida como un relámpago: ¡Grecia! Saben que llegar hasta allí supone un vuelo largo y pesado, o peor, dos; que van a ver piedras y más piedras, y museo tras museo; que van a caminar lo suyo o pasar largas horas en ferrys… y seguirán gritando encantados… ¡Grecia, Grecia, Grecia!

¿Cómo es que prefieren Grecia a cualquier otro lugar del mundo, si allí jamás hemos hecho un plan aparte pensado para público infantil, ni visitado un zoo, ni un parque de atracciones, ni nos hemos quedado en un resort en la playa, ni nada de lo que las guías turísticas sugieren como plan con niños?

Hay mucha magia vital en Grecia. Todo acompaña: desde la comida a los interesantes sitios arqueológicos, a los niños les gusta todo, absolutamente todo. Y lo que más, los griegos, que adoran a los niños, los tratan de maravilla y se los ganan con un gesto. Les permiten correr a sus anchas por las ruinas, encaramarse a las columnas derruidas, pegar la bocaza a las vitrinas de los museos; los reciben con una sonrisa en las tiendas, rara vez les cobran un cubierto completo o una excursión y jamás se extrañan de una salida de tono o una rabieta. Dios bendiga a Grecia y a los griegos, porque ellos sí que saben acoger a una familia viajera y hacerla sentirse en casa.

Bloc de dibujo y lápiz, básicos culturales

A Grecia también le debemos el momento más mágico de nuestros viajes en familia. Fue en junio de 2007, en la Acrópolis de Atenas, una colina pelada, muy ilustre, pero con tres árboles en toda la zona arqueológica. Caía el sol a plomo y tras rodear el Partenón nos refugiamos en la delgada sombra en el edificio que alojaba el antiguo museo. Nos sentamos junto a un hombre que dibujaba el monumento sobre un cartapacio en lo que parecía ser la realización de un sueño acariciado durante años.

Mis hijos empezaron a hacer el moscón alrededor del buen hombre. Yo estaba agotada, pero también horrorizada de que pudiesen enturbiar lo que parecía un éxtasis ajeno. Y lo que es peor: un éxtasis que lo mismo había imaginado durante muchas ensoñaciones mientras preparaba el viaje. Es tan difícil bajar a tus hijos pequeños de la chepa de otro… Pero el tipo, lejos de molestarse, sacó una carpeta, papel de dibujo, un lápiz grueso y se los dio a mi hijo. Busqué en la mochila y encontré un bloc de notas y otro lápiz para contentar a la pequeña.

Estuvieron cerca de una hora dibujando el Partenón. En la Acrópolis. En silencio. Muy atentos. Muy serios. Celia se cansó antes, pero Víctor acabó su dibujo y se lo quedó. No creo que la lectura de la guía de viajes les hubiese hecho fijarse con más atención en uno de los monumentos más importantes que iban a visitar en su vida. Creo que captó perfectamente la importancia y perfección de la obra maestra de Fidias.

La esposa del dibujante y yo intercambiamos correos y quedamos en que yo le enviaría las fotos. Eran brasileños –eso explica su sonrisa- y aún se las debo, porque en aquel larguísimo recorrido por Grecia perdí la hoja en la que apunté su mail. Desde entonces siempre llevamos cuadernos de dibujo y lápices en las mochilas. Y aún tengo la esperanza de reencontrarlos para darles las gracias.

Razones para viajar con niños a Grecia

Si un experto en diseñase el país perfecto para viajes familiares, ese país se parecería mucho a Grecia. 

Con su mezcla de cultura, buen tiempo, paisajes maravillosos, precios razonables, cocina deliciosa y simpatía a raudales, los griegos han conseguido hacer de su país un anhelo para viajeros de cualquier edad. Pero hay muchas razones para que las familias se sientan especialmente a gusto.

  • Los griegos adoran a los niños. La gran mayoría de los hoteles y restaurantes admiten niños y están acostumbrados a recibir a familias. Permisivos, indulgentes y sonrientes, los griegos toleran con gusto a los niños. Nunca parecen molestos con ellos, ni siquiera ante una rabieta, y parecen tener un don para ganarse a un niño en cuestión de minutos. Su lenguaje corporal expresa afinidad y dulzura, y, aun no hablando el mismo idioma, los pequeños captan esa amabilidad. Rara vez amonestan a un niño o a sus padres, por culpa de éstos.
  • Corretear entre ruinas. Ya está todo bastante roto, así que, con escasas excepciones, los sitios arqueológicos están abiertos un público menudo que corretea a placer entre restos de templos, se sube a los pedestales y a los trozos de columnas truncadas, hace carreras en los estadio olímpicos, babea los cristales de los museos y toca todo aquello que está a la vista. Si algo está prohibido, ya nos lo dirán. Lo demás, carta abierta para los niños.
  • Infraestructuras turísticas, chapó.La industria turística griega está muy desarrollada y cuenta con buenas comunicaciones, alojamientos abundantes y para todos los bolsillos, multitud de destinos y rutas, mucha colaboración de parte de los empleados del sector y, sobre todo, muchísimo que ver.
  • Se trata de un país muy seguro. A pesar de hay un mínimo riesgo de encontrarse con timadores o carteristas, como en cualquier otro lugar, no hay nada que temer. Los viajeros del verano pasado no parecen haber tenido problemas con las huelgas generales y protestas que se suceden en el país. El agua y los alimentos son de calidad y la limpieza, por lo general, excelente.
  • Europeos, europeos. Al pertenecer a la Unión Europea, la legislación y costumbres son parecidas a las de cualquier otro país comunitario, por lo que una familia sabe lo que se va a encontrar. La moneda es el euro y la atención sanitaria está garantizada con la tarjeta europea.

Destino a buen precio. Grecia es más barato de lo que se piensa, sobre todo si el viaje no es en agosto o si se reserva con tiempo: las posibilidades de elegir lo mejor al mejor precio son altas. Vale la pena preparar el viaje con al menos seis meses de antelación. En cualquier caso, los precios -tanto de hoteles como de comidas- son algo más bajos que en España.

Para casi todas las edades. Es un país recomendable para familias con niños de todas las edades, excepto bebés que van sillita: hay tantos escalones, cuestas y desniveles, que empujar o cargar un carrito sin cesar puede amargar las vacaciones. En este caso, mejor esperar a que el peque pueda andar sin cansarse demasiado.

  • Grecia hace crecer la cultura de los niños. Y no sólo por la maravillosa herencia del pasado, de la que dan fe los sitios arqueológicos que hay que visitar, sino porque es uno de esos lugares en los que se editan excelentes libros -en los principales idiomas europeos- especializados en explicar el país y su pasado a los niños, porque algunos souvenirs reproducen edificios o barcos clásicos y porque pueden practicar su inglés con cualquier habitante del país: todo el mundo lo habla.
  • La comida. Aunque los menús no son muy variados, comer es una de las mejores experiencias griegas: todo suele estar buenísimo, la frescura es un estándar y los precios son más que razonables. Y lo más importante: a los niños les suele encantar.